Omertá es un término perteneciente a la jerga
mafiosa que denomina la lealtad y el silencio con el que se protegen y amparan
unos a otros los miembros de "la familia". El objetivo es el de
mantener a salvo la organización y defender los intereses del clan cuando sus
acciones son denunciadas y perseguidas por la ley.
Nadie
sabe nada, nadie ha visto nada, nadie ha hecho nada.
El
término es perfectamente aplicable a la lealtad de la fratría masculina, cuya
inmensa mayoría permanece silenciosa ante el machismo cotidiano, las
desigualdades y la violencia de género. El objetivo en este caso guarda el
mismo paralelismo, la defensa del patriarcado y de los privilegios que la
mayoría obtienen de la desigualdad, el abuso y la explotación de las mujeres, y
del control obtenido sobre todo el
colectivo femenino cuando se atemoriza a todas a través de la violencia, las
violaciones y los asesinatos machistas que perpetran cientos de miles de
"los suyos" sobre otras tantas mujeres.
Pero
ninguno parece saber nada, ni ver nada ni mucho menos haber hecho nada.
La
omertá patriarcal recorre todos los ámbitos de la sociedad con su terrorífica
complicidad silenciosa, en la que se amparan los violentos para seguir campando
a sus anchas.
Desde
el ámbito doméstico hasta los medios de comunicación, parece que la mayoría de
los hombres no tienen la menor idea de que, a 5 de julio y continuando con la
macabra estadística de un año tras otro, han sido asesinadas 55 mujeres y 4
menores de edad a manos de otros hombres,
que otras tantas podrían ya estar sentenciadas a muerte y van a ser
ejecutadas en los próximos meses, que cientos de miles sufren violencia física
continuada, que cientos de miles son
explotadas sexualmente, y que miles y miles son víctimas cada año de violación
y abusos sexuales.
¿Y
nadie sabe nada, ni ha visto nada ni ha hecho nada?
La
omertá patriarcal resulta indignante en los medios de comunicación cuando se
informa sobre violencia machista extrema, donde las mujeres a menudo no son
asesinadas, "aparecen muertas", quizás víctimas de algún hecho
circunstancial sin aparente conexión con la violenta estructura patriarcal que
soportan, y en donde los hombres que las ejecutan son con frecuencia
disculpados o justificados, y ellas responsabilizadas por no haber denunciado,
no haberse alejado a tiempo del maltratador e incluso haber provocado al
asesino de alguna manera.
Resulta
especialmente repugnante cuando hace unos dias leíamos que una niña de 13 años
fue violada por un grupo de adolescentes, y el autor del artículo
responsabiliza a la menor y a sus padres preguntándose escandalizado qué hacía
esa niña en la playa la noche de San Juán, en lugar de horrorizarle, como
mínimo, que nuestras hijas corren peligro de ser atacadas en cualquier lugar y
momento por otros hombres.
La
omertá patriarcal que va del entorno privado al público pasando por lo político
y lo mediático, nos resulta ya insoportable.
Ya
no soportamos más tanto silencio cobarde. La erradicación de la violencia
machista y el patriarcado pasa necesariamente por la implicación de los hombres
y requiere que dejen de banalizar, amparar y hasta celebrar los comportamientos
violentos y abusivos de otros hombres, empezando por los de su entorno, hacia
las mujeres.
Es
necesario que reconozcan su propio machismo y que tengan la honestidad y la
valentía de abandonar sus privilegios y respetar de una vez por todas la
dignidad y la vida de las mujeres: de sus parejas, sus hijas, sus hermanas, sus
madres, sus amigas, sus compañeras y de cualquier otra mujer, conocida o no,
tenga el lugar que tenga en la sociedad.
La
omertá patriarcal es un mandato de silencio que ampara a los violentos, que
beneficia a todos los hombres en mayor o menor medida, que le cuesta la vida a
miles de mujeres a diario por todo el mundo y que revela una inmensa bajeza
moral y ética despreciando vergonzosamente los derechos humanos de sus iguales,
las mujeres, y beneficiándose de ello.
¿Hasta
cuando este silencio?
Encarna
Segura, MDD Catalunya.
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